El siglo XXI ha traído consigo un cambio sísmico en la interacción humana con la adopción omnipresente de la tecnología digital. En un mundo cada vez más inundado por la tecnología, la naturaleza misma de las relaciones humanas está evolucionando. ¿Qué ocurre con el apego en la era digital?
En este artículo exploramos estos desafíos y reflexionamos sobre cómo mantener apegos saludables en un mundo cada vez más virtual.
El apego, como lo conceptualizó inicialmente el psicoanalista John Bowlby, se refiere al vínculo emocional que se forma entre un niño y su cuidador principal. Una conexión que afecta profundamente el desarrollo emocional y social del niño. Bowlby postuló que los humanos tienen una necesidad innata de formar apegos estrechos para sobrevivir y prosperar. Estos primeros modelos de apego no solo influyen en nuestra infancia, sino que también moldean nuestras relaciones a lo largo de la vida. Nos construyen como personas.
Sin embargo, con el advenimiento de la tecnología moderna, la dinámica del apego se enfrenta a desafíos sin precedentes. Desde la calidad de la interacción madre-infante hasta la gestión de las relaciones personales.
La tecnología, por un lado, ha mantenido a las personas conectadas a través de distancias y circunstancias: antes, que un familiar se fuera a vivir a otro país dejaba la comunicación y la conexión pendiente de cartas (físicas) y de llamadas de teléfono (carísimas). Hoy día podemos hacer videollamadas gratuitas. Pero si incluso eso nos resulta difícil dentro de la vorágine de tareas diarias, siempre podemos estar al tanto de cómo van sus vidas a través de redes sociales como Facebook e Instagram.
Esto que parece una oportunidad para estar con ellos como si no se hubieran ido esconde una triste realidad: nos da la sensación de conexión, porque tenemos información que antes no tendríamos. Los vemos en fotos, leemos los comentarios, podemos incluso escribir y participar. Con eso nos sentimos satisfechos, y sin embargo… la calidad de estas conexiones a menudo es superficial y repleta de distracciones y comparaciones sociales. Nos da la excusa perfecta para no conectar de verdad, y esto es un peligro creciente que va minando las relaciones de modo inconsciente.
Aun así, este no es el mayor peligro o la peor consecuencia.
Quienes somos adultos hoy tuvimos la “suerte” de crecer y criarnos fuera de ese mundo digital. No había teléfonos móviles, tablets, videoconferencias ni redes sociales. Pudimos socializarnos con la presencia física de mucha gente: progenitores, tíos, primos, vecinos, amigos, compañeros, profesores… Con lo cual hoy tenemos (casi todos) herramientas para darnos cuenta antes o después de esta falacia de conexión que nos proporciona lo digital.
Para los infantes y niños pequeños, cuyo desarrollo del apego depende de la interacción cualitativa y física con sus cuidadores, la interferencia constante de las pantallas distorsiona el proceso de formación del apego.
Nosotros, los adultos de hoy día crecimos con la “mirada” constante de nuestros cuidadores, no había intermediarios digitales, móvil para entretener y mantener callados a los niños. Tablet a la hora de la comida que obnubila, rompe la comunicación y aisla. Sí nosotros teníamos a televisión, pero la veíamos todos (no cada uno con su móvil y en su propio mundo) y la comentábamos, ya fuera un programa de entretenimiento, una serie o las noticias.
En el coche nos tocaba hablar, cantar, o mirar aburridos por la ventana, quizá escuchar a nuestros padres hablando… ahora cada uno va inmerso en su peli o sus videojuegos.
Tantas y tantas oportunidades de comunicar, compartir, educar, debatir, perdidas.
Los dispositivos digitales, aunque útiles, a menudo reemplazan el tiempo que los niños y los padres compartirían en interacciones significativas cara a cara. Estas interacciones son cruciales para el desarrollo de un apego seguro, ya que es a través de la conexión, de gestos, expresiones faciales y, sí, el contacto físico, que los niños aprenden a regular su mundo emocional.
El distanciamiento social ha añadido una capa adicional de complejidad. Los bebés y niños pequeños están teniendo menos interacciones cara a cara con una variedad de personas y menos oportunidades para la socialización general. Esto plantea preguntas significativas sobre cómo estas experiencias podrían influir en su desarrollo del apego y la regulación emocional.
Aunque no existe consenso sobre las repercusiones de la digitalización en la salud y bienestar de niñas y niños, algunos estudios revelan la necesidad del acompañamiento adulto para seleccionar contenidos y establecer límites.
Los bebés necesitan explorar el entorno para desarrollar habilidades cognitivas, sensoriales y lingüísticas. Como nuestra capacidad de adaptación aumenta a medida que maduramos, cualquier alteración temprana en el desarrollo ejecutivo repercute a corto, medio y largo plazo.
El uso inadecuado de las TIC incide negativamente en la neuroplasticidad cerebral. Esto se traducirá en escasa autoestima, bajo nivel cognitivo o dificultades conductuales, según edad y habilidades asociadas. También puede alterar visión, sueño, peso, desarrollo, funciones ejecutivas y conducta.
El uso responsable de herramientas tecnológicas es fundamental para garantizar el óptimo desarrollo de niñas y niños nacidos y criados en la era digital.1
Un ejemplo claro que todos podemos ver en el día a día en un padre o una madre paseando a su hijo en carrito. ¿Cuántas veces no está este padre/madre/cuidador mirando absorto el móvil mientras el bebé intenta de múltiples modos llamar la atención? Primero con una mirada, luego una sonrisa, luego mueve su cuerpecito, seguidamente se desespera, suelta un gritito… nada. Mira hacia otro lado para calmarse y lo vuelve a intentar. Todo esto puede ocurrir en 5-10 segundos, nada para nosotros y mucho para ellos. ¿Pero los padres se quedan pegados a la pantalla 10 segundos? No, mucho más, eso lo sabemos en carne propia por desgracia. Al bebé no le queda más que acabar llorando y gritando desesperado, sin herramientas ni modo de conseguir lo que necesita.
¿Cómo afecta el tiempo de pantalla al desarrollo del apego? ¿Puede la interacción virtual reemplazar la calidad del vínculo cara a cara?
Un estudio de 2017 publicado en el «Journal of Developmental & Behavioral Pediatrics» encontró que el uso excesivo de dispositivos de pantalla estaba asociado con problemas en la vinculación progenitor-hijo.2
Confinamiento y Aislamiento Social
Las relaciones sociales amplían el círculo de apego de un individuo más allá de la familia inmediata y son esenciales para el desarrollo social y emocional. La falta de interacción social, como se ha visto durante períodos de aislamiento, puede limitar esta expansión y afectar el desarrollo de habilidades sociales clave.
Durante la pandemia de COVID-19, muchas familias no sólo experimentaron un estrés sin precedentes debido al confinamiento, la incertidumbre económica, la salud y el aislamiento social. Si no que el aislamiento prolongado privó a los niños de las interacciones sociales necesarias para practicar y reforzar las habilidades sociales. Esto afecta su capacidad para formar y mantener relaciones de apego seguras fuera del núcleo familiar. La pandemia pilló a muchos infantes en este periodo crítico, e incluso muchos niños nacieron en este tiempo. Sólo conocieron e interactuaron con sus padres.
Un estudio de 2020 en «The Journal of Pediatrics»3 sugirió que las medidas de cuarentena durante la pandemia afectaron adversamente el bienestar psicosocial de los niños.
El reciente confinamiento global y el aislamiento social han creado un experimento involuntario en la dinámica del apego. Aunque la tecnología ha sido una salvación, permitiendo cierto nivel de conexión a través del aislamiento, no puede sustituir la riqueza y la profundidad de las interacciones en persona.
Las videoconferencias no transmiten el mismo nivel de conexión y regulación emocional. El consuelo de un abrazo, la seguridad transmitida a través de un toque, la empatía reflejada en un gesto… Todos elementos vitales en la formación de apegos seguros.
La teoría del apego nunca ha sido tan relevante como lo es hoy, en un mundo que se equilibra precariamente en la intersección de la conexión humana y la innovación digital. A medida que avanzamos, es imperativo recalibrar continuamente nuestra comprensión del apego. Debemos preguntarnos: en una era de interacciones digitales, ¿cómo podemos nutrir los apegos seguros que son el cimiento de nuestra salud emocional y social?
La respuesta yace en nuestra capacidad para integrar, para tomar las herramientas que la tecnología nos ofrece y usarlas para complementar, no reemplazar, las conexiones humanas auténticas. En nuestra búsqueda por la conveniencia y la eficiencia, no debemos olvidar que somos, inherentemente, criaturas sociales.
Nuestros vínculos emocionales, forjados a través del contacto y la cercanía, son tan esenciales para nuestra supervivencia como cualquier necesidad física como comer, dormir o respirar.
En resumen, aunque la tecnología, el confinamiento y el aislamiento social presentan desafíos para las relaciones de apego y el desarrollo social, es vital continuar investigando y monitoreando estos efectos a largo plazo. Especialmente dado el papel crítico que juegan las relaciones de apego seguras en el bienestar general y el desarrollo humano.
Citas:
1.Rodríguez Sas, O., & Estrada, L. C. (2023). Incidencia del uso de pantallas en niñas y niños menores de 2 años. Revista de Psicología-Tercera época, 22.
- Linder, L. K., McDaniel, B. T., Stockdale, L., & Coyne, S. M. (2021). The impact of parent and child media use on early parent–infant attachment. Infancy, 27(3). https://doi.org/10.1111/infa.12400
- Erades, N., & Morales, A. (2020). Impacto psicológico del confinamiento por la COVID-19 en niños españoles: un estudio transversal. Revista de Psicología Clínica con Niños y Adolescentes, 7(3), 27-34. https://doi.org/10.21134/rpcna.2020.mon.2041