Detrás de cada relación entre un niño y su cuidador primario existe un complejo tejido de interacciones, cariño y modelado de regulación emocional, jugando un papel fundamental en la construcción de su identidad y en la adquisición de estrategias de regulación. Sin embargo, cuando estas interacciones están influidas por el trauma, las secuelas pueden manifestarse en diferentes parcelas de la vida de la persona, siendo uno de los campos en los que se ha observado esta relación, el de los trastornos alimentarios.
Para poder comprender mejor esta compleja relación, es básico hablar sobre apego y regulación emocional.
El apego es el vínculo que se establece entre el cuidador primario y un bebé, este lazo sienta las bases para futuras relaciones y afecta significativamente el desarrollo emocional, social y cognitivo de una persona a lo largo de su vida. Un bebé nace sin saber regularse por lo que irá aprendiendo esta regulación en base a la relación establecida, es decir, al tipo de apego. Según la teoría del apego de John Bowly y posteriormente desarrollada por Mary Ainsworth, se identifican tres estilos principales de apego:
El apego seguro, que se caracteriza por la confianza del bebé en la disponibilidad y el afecto del cuidador, lo que permite al niño alejarse para explorar el entorno de manera independiente y acudir a éste en busca de consuelo cuando lo necesita.
En el apego ansioso el cuidador se muestra preocupado con la separación y la exploración del niño y en el apego evitativo predomina el refuerzo de conductas de independencia excesiva del niño y aparece evasión emocional.
Además, como categoría especial está el apego desorganizado, el cual se caracteriza por comportamientos contradictorios y desorientados en la relación entre el cuidador y el niño, siendo en muchas ocasiones el cuidador fuente de peligro y miedo, algo que desorganiza mucho el cerebro del niño, ya que debería ser fuente de cariño y seguridad y es todo lo contrario.
Un apego seguro, proporciona al niño una base sólida para aprender estrategias saludables de regulación emocional. No siendo así con el inseguro, ya que los niños (y luego adultos) , que hayan tenido cualquier subtipo de apego inseguro, probablemente tengan dificultades para identificar y manejar sus propias emociones, lo que puede manifestarse en comportamientos impulsivos, dificultades en las relaciones interpersonales, ansiedad, depresión y por supuesto, una mala relación con la comida y con el cuerpo.
El trauma de apego infantil se da cuando el vínculo entre cuidador y bebé se ve interrumpido o dañado de alguna manera, puede ocurrir en situaciones de negligencia, maltrato, abuso emocional, físico o sexual (estando este último muy relacionado con los TCA), así como con la falta de atención adecuada durante los primeros años de vida, en ocasiones también daña lo que tenía que pasar, pero no pasó, impidiendo así el correcto desarrollo de la regulación de emociones.
Por ejemplo, un niño (o adulto) con un trauma de apego puede recurrir a la comida como una fuente de consuelo o control en medio de la angustia, pudiendo así desencadenar diferentes trastornos alimentarios como la anorexia, la bulimia o el trastorno por atracón, ya que en ellos la persona busca en la comida una manera de lidiar con sus emociones abrumadoras.
La relación entre el trauma, el cuidador principal y los trastornos alimentarios se vuelve evidente en estas dinámicas, no apareciendo exclusivamente en la infancia/ adolescencia, sino que también pueden aparecer o ser más patente en ocasiones en la edad adulta.
Identificar el trauma de manera temprana es esencial para ayudar tanto a niños como a sus padres o cuidadores a procesar experiencias traumáticas para que puedan desarrollar estrategias saludables de regulación de emociones y de seguridad.
Asimismo, cabe decir que aunque el tipo de apego que se da con los cuidadores primarios tiene un impacto muy significativo, se puede trabajar en terapia, para tener un apego seguro adquirido, aprendiendo así la capacidad de desarrollar relaciones seguras y estables en la vida adulta.
Para concluir, como se ha puesto de manifiesto a lo largo del artículo, la relación entre el trauma de apego y los trastornos alimentarios es un entrelazado complejo. No obstante, si se reconoce la influencia que el trauma de apego tiene en la regulación emocional y en los trastornos alimentarios, se puede trabajar por un lado para la comprensión de los mismos y por otro para la prevención, promoviendo entornos de crianza seguros, fomentando así el camino hacia la seguridad.